lunes, 26 de marzo de 2012

Asiento 40: íntima sonoridad


El vino como aledaño de un rostro,
el vino bebido a partes iguales
hasta llegar al perfil del sol.

No hay jamás una pupila hermética,
esa persona a quien miras
y en quien cabes dentro.

No soy un pecio acomodado,
sí una húmeda porción
de raíces movilizadas.





La parrala, alegrías de Guillermo Cano.

4 comentarios:

Ventana indiscreta dijo...

El poema me gusta, Manuel. Imagino que, como muchos tuyos es cerrado.
Pero mi análisis me lleva a pensar en una gran metáfora de la luz la salida de esa silla.

Yo del vino, qué quieres que te diga que entre parras me he criado. Aledaño del rostro: qué bien lo defines cuando una copa no se retira de la boca y su contenido se mira, se bambolea.

Se que tienes una raíz profunda en la tierra y que eres constante mirada.

Un poema vitalísimo éste. ¿A que sí?

Un beso, Manuel.

Tempero dijo...

Tú si me conoces bien, Sofía.
Ya sé que te gusta el buen vino y que eres un poco sibarita.

Besos.

Inés González dijo...

Esta cueva a mi no me gusta, me da grima, esa humedad, esas telarañas y ese olor a animales sacrificados, me alegra que la silla se pire, que busque la luz y reciba todo el sol en su esqueleto.
Al margen de mis apreciaciones sobre la cueva, la foto me gusta mucho ( la primera)
besos

Carmen dijo...

después de leer el poema pensé que las fotografías estaban equivocadas en el orden, aunque las dos miren hacia afuera mi "íntima sonoridad" las hubiese colocado al contrario


en igualdad de condiciones como están, las dos dejando atrás la oscuridad a mí como fotografía me gusta más la segunda

me gustan estas flores (sí, flores) en los aledaños de la silla, las pupilas atentas y los sorbos compartidos

besos

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