jueves, 29 de marzo de 2012

Asiento 41: nuestra alameda


Hagamos un alunizaje, tú y yo,
hacia esa nube perezosa
que marca el suelo de hiriente blanco.

Sólo si el verso es agua
se clava el poema en medio.

Coge posición,
avanza
y dile a tu cintura
que aquellos álamos
son una reserva de sombra.





Al campo los dos nos fuimos, soleares de Rancapino, a la guitarra Paco Cepero.

Los dos nos fuimos al campo
a contarnos nuestras penas,
y éstas desaparecieron
al contemplar las estrellas.

La luna te vio llorar
y me lo vino a mí a decir,
y aunque tu gente no quiera
gitana, serás pa mí.

No quieras vivir la vida
tratándola de arreglar,
que te volveras loco
y en claro no sacas na.

4 comentarios:

Inés González dijo...

Che pibe, y la alameda? esta silla sí que tiene imaginación, ve álamos y alameda en el seco y pastoso desierto.
Solita en la nada como "chivo en agosto" dan ganas de sentarse en ella.
besos

Shandy dijo...

Imagino que la silla del poeta acaba de alunizar en ese árido paisaje. Pero desde ella, desde la silla 41, se ve la nube perezosa sobre la sombra de los álamos.

Pues eso,
agua y versos
Y Sombra de la buena.

JosepMª dijo...

Sí, amigo mio:
El verso es agua.
Y es tierra,
aire
y fuego.
El verso nos mantiene vivos
ante tanto descalabro verbal.
El verso nos asombra
y sombrea
ante la aridez de nuestro perro mundo.

¿Qué sería de tu silla
sin tu verso?

La guitarra de Paco Cepero
es de lo mejorcito.
Ya conocía su limpio sonido.

América dijo...

A todo lo dicho yo le sumo que a Rancapino le cuento todas y cada una de las mías,esa voz toca.

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