viernes, 14 de octubre de 2011

Asiento cinco



















La tierra y su horizonte.
Los matices de la espera:
que se doblegue el cielo claro
y la lluvia persista.
Como luz es aconsejable
un perímetro húmedo,
una voz sin aritmética;
un pequeño canto a la tierra
es suficiente. Es la esencia.



Soleá de Duquende con la guitarra de Chicuelo.

7 comentarios:

Ventana indiscreta dijo...

Leyendo tus poemas, viendo tus propuestas fotográficas, Tempero, me lleva a pensar que emerges de la tierra cual planta o árbol inevitable.

JosepMª dijo...

No es pequeño tu canto.
Tu sentimiento por la Tierra.

Se te queda pequeño el horizonte.
Sin alambres.
Sin fronteras.

Dices:
_Es la esencia_

Si algo más de media ciudad
lo entendiera...

Sofía Serra dijo...

Parece como si la tierra continuara en el asiento...los dibujos de la anea parecen los surcos de la tierra arada, y esos dibujos a su vez son perceptibles por la sombra que facilita la tercera parte de la fotografía con esa luz. Es un todo desestructurado y a la vez reconstruido por tus ojos en el disparo, por tus palabras en el poema y por tu oído en la soleá.
Un todo para quien se acerca a ver esta entrada.
Gracias por tanta hermosura.

Tempero dijo...

Emerjo, sí, Ventana, pero no soy ningún fauno.

Tempero dijo...

Con la cuarta parte iríamos sobrados para que la raíz del campo calase en su verdadera esencia.
Sé que no entendemos de fronteras tú y yo. Me gusta aglutinar lenguas y decires similares.

Me gusta lo que por pequeño es grande.

Tempero dijo...

Acertaste de lleno, Sofía. La intención era ésa: la de prolongación. Algún día se deconstruirá el campo hacia sus orígenes. Bastante desestructurado y ag/c/otado está ya.

Isolda Wagner dijo...

No puedo añadir nada, salvo que estar sentada en esa silla, en el momento reflejado, debe ser algo muy parecido a la Felicidad.
Besos para el aglutinador de lenguas y tierras.

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