jueves, 20 de octubre de 2011

Asiento ocho

Qué lejos, qué lejos ya.
Sombras que descarrilaron.
Un árbol
siempre
consigo mismo.
Un árbol
y su máxima virtud:
acoger.





Farruca bailada de Ramón Martínez

6 comentarios:

Carmen dijo...

esa máxima virtud de "tu" árbol me recordó otro poema, éste de Jesús Aparicio González

Hay un árbol que crece sin que lo abrace el viento,
sin que nadie repose la duda en sus raíces,
sin que nadie publique la esperanza en su tronco,
sin que nadie componga la alegría en sus hojas.

Muchos árboles en un desierto sin ojos.

Aún así, sin espejos, es llamado a crecer
y a dar flores sin que nadie las vea.
Ha ofrecido sus frutos a una noche
deshabitada de caricias
que acabarán sin piel ni jugo
con su luz encogida
sin que nadie los muerda.

Perdido el alimento.

Sofía Serra dijo...

Es magnífico este conjunto que has logrado, este tríptico (fotografía-texto-fotografía) que a su vez es un mestizaje perfecto.
Y su mensaje me conmueve. Literalmente.
Un beso

Tempero dijo...

Hay muchos árboles de los que se desprecian sus frutos. Por aquí por Madrid te haría un rápido conteo de higueras, almendros, nogales, perales que han quedado en el más absoluto olvido y muerte. Será que estamos ahítos, Carmen.

Tempero dijo...

Quizá la conmoción sea el componente más íntimo de satisfacción en el arte como consumo, bebérselo, comérselo, así, literalmente. El arte de verdad. Pero que otr@ venga y nos diga lo que es el arte de verdad. A mi no me hace falta, Sofía.

Sofía Serra dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sofía Serra dijo...

He eliminado la pregunta que te hacía porque ya he entendido lo que querías decir, :)
;)
Besos

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