domingo, 6 de noviembre de 2011

Asiento diecisiete: sin mi silla




















Un percance,
un color fallecido,
ni de contrabando
lo hallo,
ni nada permeable
que demude mi rostro.



Siguirilla, Morao morao, de Moraíto chico.

7 comentarios:

América dijo...

Estamos sin la silla pero esa Siguirilla llena todos los espacios mientras la recuperas.
Saludos poeta.

Isolda Wagner dijo...

La silla sigue en la arena y yo escuchando las dos músicas, la del mar y a Moraíto Chico.
Besos flamencos, Tempero.

Tempero dijo...

Es una seguirilla enorme esa del maestro recientemente fallecido. Ese disco al que pertenece es un lujo. Casi siempre fue acompañante de lujo. Pero cuando interpretaba él solo tocaba el cielo.
La silla está a buen recaudo.
Gracias por lo de poeta. Ínfimo poeta, mejor, América.

Tempero dijo...

La silla es ta en mi casa. Tengo dos: una en el pueblo segoviano y otra en Madrid. a que viaja es la de Madrid. Creo que ese espacio del mar donde está la silla deberías reconocerlo. Famoso es ese cargadero que dio nombre incluso a la playa donde está ubicado: la playa del Cable.

Un beso, M.J. Me alegro de tu vuelta. Te agradezco todas tus visitas. Sé que disfrutas de la música.

Shandy dijo...

¡Por Dionisos! ¿Es esto la lava de un volcán báquico? ¿Un vomito al mar... o al cielo?
Estoy sobria, es tu cámara la que se ha puesto morá. Y yo disfruto del percance de su borrachera.

Tempero dijo...

Siempre con tu desparrame deslenguado, Shandy. Sonrío porque sé que te quedado perpleja. Es algo mucho más sencillo que la lava de un volcán báquico: no tiene taninos y es comestible.

Besos, .....ona.

Sofía Serra dijo...
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