Entre tanto
una rama seca me da la espalda.
El estío diseñado en todo árbol
que pronuncia agua y que no le llega.
La encina en lo más alto y en lo más vivo,
la encina en su quemazón de años,
en sus desgajados capilares.
Pero la encina nueva y su granero de raíces,
continua forma de hablar del fruto.
Tengo siempre quien me habla por detrás
mientras ahondo suave hacia adelante.
Hablar y ser solo en el campo
empieza ya a ser categoría de pocos.
Porque,
¿quién la emprende con un árbol
que todos los días hace de fuente hasta el participio?
Vivido no es que pasen doscientos,
por poner un ejemplo en años, vivido
es entender que no hubo renuncia al frío,
que el sol jamás fue un enemigo
y que el agua, si amaga, ya es un sentir.
¿Y quién la emprende así ahora?
Soleá por bulerías de Rafael Riqueni.